IENEN las lentejas un contrastado espíritu maternal y paternal, ojo, que el lenguaje no genere más controversias de las necesarias. Tal vez sea por esa promesa ancestral que ha pasado de generación en generación: En esta casa nunca te va a faltar un plato caliente de lentejas [la versión con la sopa es menos nutritiva]. También evocan la imagen y el sonido del rancho de cuartel. De ese engrudo indescifrable que solo se desprende del cazo con un violento golpe de muñeca y que cuando cae al plato provoca un chasquido grosero que frena en seco el apetito. El consejero vasco de Economía y Hacienda, Pedro Azpiazu, ha sido muy gráfico y crítico con la gestión de los fondos Next por parte del Gobierno español, que ha puesto sobre la mesa "un plato de lentejas" que Euskadi no va a negarse a comer, pero que va a costar digerir. Es fácil imaginarse al encargado de administrar los dineros de Lakua removiendo las legumbres con la cuchara en busca de la costilla y la morcilla o de cualquier vestigio de verduras que dé consistencia al caldo. Lo cierto es que la Administración vasca ya sospechaba que la parte más suculenta de los fondos europeos iba a acabar en las paellas de los chiringuitos del Sur y tiene claro que los proyectos estratégicos vascos saldrán adelante con dinero europeo o con recursos propios. Es lo que ocurre cuando en lugar de darte algunos ingredientes y dejar que tú aportes otros, te dan el plato cocinado en un ejercicio de paternalismo que no da respuesta al problema.