UESTRA realidad mascarillera diaria contrasta con la de la televisión donde no aparecen las mascarillas ni se las espera. Hasta los anuncios están instalados en un idílico pasado prepandémico. Ni los presentadores, ni los invitados, ni los protagonistas de un reality, ni los contertulios llevan protección. Los platós son un auténtico ejemplo de transmisión del virus. Ponen un subtítulo diciendo que se han cumplido todas las normas sanitarias y santas pascuas. Independientemente del canal, hablan animadamente acercándose más de la cuenta, se toquetean, y hay concursantes que comparten babas sin un puñetero tapabocas. ¡Ojo! y contagios, haberlos haylos. Recuerden, si no, el de Pablo Motos recientemente, muy dado a aleccionar a Fernando Simón. Resulta insultante esta falta de rigor cuando ellos mismos recuerdan constantemente la obligatoriedad de las mascarillas. Es una burla para los que tenemos que utilizarlas siempre y en cualquier circunstancia. ¿Acaso no están en un centro de trabajo? Y luego, alguna imbécil se descuelga diciendo que los presentadores debieran ser un grupo prioritario para la vacunación. La misma (Paz Padilla) que posa en su Instagram en un evento de bolsos, a pelo. Eso sí, días más tarde, dio positivo. Aunque yo creo que el principal riesgo de acudir a algunos programas, o esa cosa que asoma a veces entre la publicidad, no es el covid, sino que te alcance el virus de un Marhuenda o un Inda cualquiera.

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