E entre los apellidos castellanos más comunes encontramos Díaz, de significado ilustre, educado e instruido. En la política estatal sobresalen el que sirve de sobrenombre a Susana, exlideresa andaluza a quien los críticos socialistas le quieren meter un Illazo; y el que da lustre a Yolanda, la esperanza morada de Iglesias tras su regreso al campo de batalla. Desde luego, los conceptos responden más al perfil de la gallega, fajada en tierra yerma de empleo y asolada por la crisis derivada del covid, curtida en el diálogo social y, principalmente, ejemplo de honestidad, integridad y, sobre todo, sensibilidad con el desfavorecido, cualidad nada abundante en el gremio. Una comunista real en las antípodas de su otra cara de la moneda, Díaz Ayuso. Quizás la estirpe le venga de haber nacido en un barrio coruñés muy obrero junto a los astilleros, y su self made (hecha a sí misma) porque sus tres másteres no se los regaló nadie. Puede que por ello haya sido la única ministra que ha entonado un mea culpa por la gestión económica en la pandemia: "Hay que ponerse en la piel de quienes han perdido un familiar o se ven afectados. Es momento de tener empatía y proteger a la gente". Visto el vodevil por actos de la política española, una rara avis en una esfera de depredadores que ven su ciclo pasar a la espera de que gire la puerta hacia un retiro más generoso. Luego están los apellidados Díez, pero de eso sabe más la cara que se le está poniendo a Arrimadas.

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