ALVOpara quienes cumplen años y porque LODVG hizo de esta fecha una de sus canciones más conmovedoras, precisamente Jueves, el 11-M es historia de nuestro calendario más trágico. Tal día como hoy averiguamos que las garras del terrorismo no solo se gestaban en nuestras propias narices y justo hace un año la OMS alertó de que el covid no era un virus con tintes de catarro, como algún (in)experto nos quiso hacer creer, sino que mutaba en pandemia. Doce meses después la plaga ha dejado al descubierto nuestra vulnerabilidad como especie y aquí seguimos -todos, menos los 71.500 decesos oficiales, que no reales, en el Estado, con nombres y apellidos-, cifras que no expresan el duelo y que, arrojadas como rutina, nos alejan del sufrimiento humano que representan. Como si la estadística disolviera el sentido de la mortalidad. Y quienes pudieron reconducirlo desde su parcela de poder han fracasado estrepitosamente bajo el paraguas de que nos enfrentábamos a lo desconocido. Ahora ya sabemos mucho, algunos hasta demasiado. Ningún monumento a las víctimas, las que se fueron y las que les velan, y estén seguros de que se levantará porque nada mejor que un in memoriam para esconder las torpezas, nos hará caer en el olvido. Ni el trance nos ha hecho mejores ni la vacuna nos hará inmunes al dolor. Solo nos ha descubierto a quienes tratan de devolvernos las sonrisas. Son los que hoy merecen nuestra gratitud como regalo.

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