VISADOS estábamos de que esto iba para largo, pero el meneo que nos está dando el coronavirus, en la vida, en lo social y en el plano económico empieza a parecerse a la travesía en el desierto de Moisés y su gente. No me refiero, por supuesto, a la duración, sino al hastío que pudo generar aquel viaje si se alargó durante cuatro décadas como apuntan las escrituras. ¿Qué es eso comparado con los cuatro años que dice el lehendakari que puede prolongarse la crisis? Poca cosa, pero en los tiempos que vivimos, donde parece que la respuesta a todo debe producirse de forma inmediata, se antoja un trayecto demasiado largo. ¿Cuánto puede tardar en llegar la recuperación? No descubro nada si señalo en este punto que todo depende del éxito de la vacunación, de que se alcance un grado de inmunización alto lo antes posible. Por lo demás la vuelta a los ritmos de actividad anteriores a la caída del meteorito covid será asimétrica, el adjetivo que ha acompañado a la pandemia desde el arranque de aquella desescalada que supuso el fin del confinamiento, pero el inicio de un periodo al trantrán en todos los aspectos de la vida. Ya lo decían ayer en las páginas de DEIA hosteleros y responsables de negocios turísticos vascos: "La movilidad nos da la vida". No hay más que echar un vistazo a las terrazas para constatar el avance. Mientras, gran parte de la industria vasca sigue con el agua al cuello, a la espera de que baje el nivel o de recibir una vida extra.