E venía barruntando allá por marzo, cuando todos éramos analfabetos en SARS-CoV-2 que el virus podía mutar y hacerlo con rapidez. Hoy todo es poco hasta llegar a la vacuna en tan solo días, como el que llega a la orilla para acabar muriéndose tras una larga travesía. Reino Unido se aísla y aparece un caso en Gibraltar, a la vez la vacuna Pfizer queda aprobada y otro caso de la variante aparece con dos positivos en Italia. Ayer fue uno de esos días vertiginosos en los que una redacción, que es una sociedad como otra cualquiera, no sabe hacia dónde mirar, si hacia la esperanza o el desconsuelo. Si hacia la luz verde de la vacuna o la oscuridad de otro desánimo. El coordinador de la red de vigilancia en Euskadi lo deja a tan solo algunas horas de que el Gobierno nos anuncie el fin de la desescalada suave tras un, sorpresa, fin de semana de repunte de contagios. Hay días en los que no podemos arbitrar el desconcierto ni con toneladas de ánimo. Días en los que las noticias, como un certificado de futuro, nos atizan en un egoísta hazmecaso cuando todo nos parece que nos cae así, como a bulto. La sociedad pandémica, agotada de tanta sobreinformación no está para sobresaltos, nuevas cepas, suspensión de vuelos o dimisiones. Y aún así hoy, todavía muchos siguen haciendo planes para el fun-fun-fun navideño como si lo único que pasará fuera lo de ellos ¿Necesitan algo más? No se amilanan ni con todos los por si acasos, ni con todos los porqués.

susana.martin@deia.eus