S este deporte de regularizar las cuentas con Hacienda, cuando ya se ha enterado todo el mundo, un asunto muy democrático que recuerda a ese eslogan de "Hacienda somos todos". Tan democrático que integra desde el rey emérito, ahora con afán de regularizarse fiscalmente dentro de la institución monárquica, hasta un republicano a mano izquierda como Juan Carlos Monedero que vino a practicar la regularización a posteriori de lo ganado en sus asesorías de ultramar cuando le habían pillado con los dedazos en la mermelada. Hasta Jordi Pujol, esquinado en el noreste, se arremangó a normalizar con la Agencia Tributaria esa fortuna oculta que se le olvidó declarar la eternidad de 34 años de infidelidad con unas cuentas andorranas. Y así va España, entre mal y regular con esta manía cicatera de no dejar el dinero donde hay que dejarlo no sea que haya que ponerse a declararlo. Tiene mucho de avidez por no acabar pobre porque cunde entre las fortunas este pasatiempo de acumular y acumular en el montón, ahí donde pueda restar lo menos posible de acuerdo a la ley, que no es otra cosa que convertir los ingresos en algo muy opaco y sin detectar. Les pasa a todos y en todas las direcciones, reyes, rojazos, ex molt honorables. Todos sin papeles, envueltos en una suerte de roñosa miseria que no atiende ni a la bandera, ni al trono, ni a la lucha contra las desigualdades. Ilegales y sin papeles, llegaron nadando también, pero en su beneficio personal.

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