ODO lo relacionado con Bárcenas ha sido un asunto que al PP siempre le ha quedado muy en diferido. La corrupción no es algo de lo que se pasa página porque de pronto un día en el PP los que mandan huelan a colonia hasta en las fotos. La corrupción cuando apesta tanto, no resulta una cuestión de manzanas podridas, garbanzones negros o quinquis con corbata que han salido rana. Es una forma de hacer, que suma pases feos que todo el mundo ve, maneras de vivir que en algunas charcas resultan siempre contagiosas. El extesorero le ha resucitado al PP con una crisis de liderazgo sin precedentes y con un partido de la ultraderecha rompiéndole las bajas marcas de votantes. Bárcenas ha vuelto y ya no se piensa en él como el sinvergüenza con chequera y gabán que siempre tenía la mano en el juego. Bárcenas jugaba con todos y al final todos jugaban con él. Lo de hacerlo con los fondos reservados solo parece una parte de las consecuencias de haber hecho de Luis, ese tesorero rocoso de gustos caros, lo que fue: un cabrón. Una causa más de esa masa que fermentaba a base de mismo virus desde Valencia a Madrid con Génova como Km 0 de la provisión de alijos. Vuelve toda la basura con nombre de hamburguesa de pollo y empieza a señalar a aquellos a los que nunca les constaba nada mientras a generosos no les ganaba nadie. Factura o indemnización, que llega en diferido y que, a tenor de los votantes, puede ser la más cara.

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