RAS varios meses de espera y unas cuantas semanas de presión política por parte del Gobierno vasco, ya se conoce cuál será el límite de endeudamiento extra del que dispondrá Euskadi. Son algo más de 1.200 millones de euros. Cuando la peste azota son necesarias medidas que van más allá de lo común. En esta ocasión, a la espera del despertar de la naranja de la recaudación, hay margen para exprimir más el limón del endeudamiento, aunque su sabor sea más amargo. Solo una guerra tiene capacidad para socializar, cooperativizar la crisis, como lo está haciendo el impacto del meteorito del covid en todos los ámbitos. Esta pandemia suena a plaga bíblica, a ajuste de cuentas. Aquel mantra de la anterior crisis que señalaba a ciertas personas por vivir por encima de sus posibilidades, culpándolas de alguna forma del desastre por la deuda que habían contraído, apunta ahora a ciertos comportamientos insolidarios. El que suscribe, que ya ondea algunas banderas de edad, lleva todo el verano defendiendo que hay que tomarse estas vacaciones con tranquilidad. Que no es ningún drama perder un año de ocio estival y limitar a su más mínima expresión la jacaranda. Y, pese a la alarma, estoy convencido que estamos en deuda con muchos jóvenes que han decidido levantar el pie del acelerador de la diversión este año, muchos más de los que, sin ningún respeto por el colectivo, han querido seguir la fiesta a cualquier coste.