XPRESIÓN cervantina por excelencia -de hecho, alude a aquella quema de libros que, aun siendo inofensivos, decían provocaban la locura del hidalgo-, el déjà vu hacia las medidas coercitivas por los rebrotes conduce a que paguen justos por pecadores. Con la juventud en el punto de mira, en tanto que siempre es más fácil echarles la culpa como si la irresponsabilidad fuera compañera de viaje de la edad, uno se cuestiona en qué musarañas pensaban los dirigentes de turno cuando todo quisqui sabía que este escenario era plausible. Durante el último mes, en el que parece nos vendieron una incorrecta -por ser suave- sensación de seguridad, nadie puso el grito en el cielo por las juergas, aglomeraciones o la ausencia de mascarillas, entre otras conductas que, por cierto, se han producido por estar permitidas. Como se pudo comprobar, sin ir más lejos, en los rostros políticos la noche electoral. Pero ahora toca prevenir, limitar, restringir... por ejemplo, encerrando de nuevo a nuestros mayores en las residencias y chapando los tan necesarios centros de día. A nadie se le ha ocurrido pensar en tantas semanas en estrategias distintas a convertir en paganos a los más vulnerables mientras gire la economía. Puede que la solución sea difícilmente imaginable, pero algunas las adoptarían hasta los adolescentes señalados. Las varitas mágicas se las dejamos a quienes se han afanado este tiempo en poder seguir impartiendo decisiones.

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