NO escogió la rama de las letras puras cuando en sus estudios se coló aquello de despejar la incógnita de las ecuaciones, la maldita X que dicen Descartes eligió arbitrariamente en su obra La Géométrie. Por entonces, el presidente español que ascendió al cargo vestido de pana estaba ya en el punto de mira por promover la gestación del GAL en la guerra sucia contra ETA, pero la Transición inacabada, la modernización del Estado y el señuelo izquierdista que derivó en el Felipismo hicieron que González se fuera de rositas mientras proclamaba que la hipótesis que le señalaba como responsable sería, "por consiguiente, imposible que algún día se pueda demostrar". "Es radicalmente falso que yo sea el señor X", se jactaba, cercado también por la corrupción. 25 años después los papeles desclasificados por la CIA confirman, sin el menor atisbo de duda, que aquel líder del PSOE entregado hoy a la concentración del bipartidismo "acordó la creación de un grupo de mercenarios para combatir fuera de la ley a terroristas", aunque la interrogante ya resuelta se esconda en el apagón informativo del Madrid mediático. La duda sobre quien sopesó incluso "hacer volar" la cúpula de la banda era propia de ingenuos. Su gobernanza no se parecía al camarote de los hermanos Marx sino a un sucedáneo de Los Miserables donde podría formar tándem con quien le sucedió. Entre X-Men y Sospechosos habituales.

isantamaria@deia.eus