O es por aversión personal, que también, a esa masa horneada, pero entre el menú de Telepizza con el que Díaz Ayuso alimenta a los niños con pocos recursos; su fiesta de clausura del Ifema a la que, en un mar de abrazos, solo le faltó una actuación más circense que sus aplausos a los sanitarios que despedía, no solo del hospital sino de su puesto de trabajo; y su comparación entre la necesidad de salir ya todos desconfinados a las calles porque "también hay cada día accidentes de tráfico y no se prohíben los coches", la presidenta madrileña va camino de batir los récords de dislates aunque acabe erigiéndose en nueva lideresa. Entre su número dos, Aguado, que concibe las escuelas como aparcamiento de menores para alivio de los padres, y que los críos han engordado seis kilos en dos meses, a un profesor de Educación Física deben darle ganas de pegarse un tiro la próxima vez que escuche que el deporte no es política. Hasta los Gasol se han lanzado al cuello de la nueva musa popular por promover otra epidemia, la obesidad infantil, tan perniciosa como su falta de luces. Qué se puede esperar de quien escaló por gestionar el Twitter de Pecas, el malogrado perro de Espe. Populismo, propaganda y maniqueísmo retratan a quien antepone el fraude nutricional a la salud ya que a los chavales les gusta y están "jartos" del encierro. Y habrá adultos a quienes les encante la coca, y no la mallorquina, y no procede facilitársela. Incluso a algunos les molará... Ayuso.

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