BANDONAD toda esperanza quienes aquí entráis. Como narró en La divina comedia, es la inscripción que Dante Alighieri halla en la puerta del infierno al iniciar su viaje hacia el purgatorio y el cielo, ese paraíso en el que no pocos entregados a la psicología piensan que se convertirá el mundo cuando, quién sabe en qué momento, la pandemia no devore nuestra existencia. Desengáñense, ni saldremos más fuertes, ni más bondadosos, ni siquiera preparados, porque de esta tampoco aprenderemos. Entre ERTEs y hartos, y aún inconscientes de lo tremendamente vulnerables que somos, la gente olvidará y los de siempre solo se adueñarán de los daños. ¿O acaso sus vidas, las de la mayoría silenciosa, mejoraron cuando nos vendieron la recuperación progresiva de la crisis socioeconómica que nos devastó hace una década? Se plegarán las alas solidarias, abandonarán los balcones y solo volverán a cruzar palabra con su vecino en el ascensor y para hablar del tiempo; quedaremos enfangados entre el pavor, la desconfianza, el proteccionismo y la usura, cercenando la utopía y entregados a la sociedad del éxito, la del tanto tienes, tanto vales. Y volveremos a echar la culpa de todo mal al chino de turno que se comió el murciélago. Sobreviviremos como una víctima del covid con todos los factores de riesgo, intubados y sometidos a una enfermedad global. La de quienes, como Pilato, seguirán lavándose las manos. Creer lo contrario es un cuento chino.

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