L reto que plantea el coronavirus a todo el planeta ha puesto contra las cuerdas a algunos políticos -Pedro Sánchez seguramente se enfrenta a una apuesta de todo o nada con esta crisis-, mientras que el virus ha puesto a otros dirigentes en su sitio, que en algunos casos es la mediocridad y en otros la vileza. El paradigma de este segundo grupo de políticos es Boris Johnson. El premier británico se resistió a tomar medidas de confinamiento hasta que Francia amenazó con cerrar la frontera. Johnson, cuyo verbo desatado, machista y ultraconservador le ha dado el puesto de bufón en la corte de Donald Trump, está en cuarentena en este momento. Qué decir del icono de su estirpe, el inquilino de la Casa Blanca, que ha pasado del negacionismo -también en esto- a presentar el mayor plan de rescate de la historia de la humanidad, dos billones de dólares, para evitar lo que ya es inevitable. En el reino de Felipe, el renacido Pedro Sánchez, asegura un viernes que no tiene previsto aprobar mayores restricciones a la actividad económica y el sábado anuncia un parón generalizado salvo para los servicios esenciales. Y en Europa, esa Europa que sigue amarrada a puerto, Alemania y Holanda rechazan dar una respuesta conjunta al envite y recomiendan al sur que pida un rescate si necesita ayuda porque ellos no están dispuestos, de momento, a ser solidarios con los que lo están pasando peor. Lástima que además de servicios esenciales, no haya solidaridad esencial.