NO soy desconfiado por naturaleza, pero con la Bolsa siempre tengo la mosca detrás de la oreja. Partiendo de la base de que ni usted ni yo podemos operar en el mercado y de que todo está en manos de profesionales de la inversión que no deberían caer en el pánico, es complicado entender qué es lo que ha pasado esta semana en los parqués de medio mundo a cuenta del coronavirus sin tener la sospecha de que alguien está sacando tajada de esta crisis sanitaria y del riesgo vital que supone para las personas que ya tienen problemas de salud. Se puede entender que el parón de la producción en la gran fábrica mundial, China, está generando o acarreará en el futuro problemas de suministro para las empresas. Y lo que empezó siendo un problema de consumo y producción en el gigante chino ya es una amenaza para la economía mundial y restará unas décimas al crecimiento mundial los próximos meses. Pero el caso es que no hay motivos objetivos para pensar que la epidemia no será contrarrestada más pronto que tarde por las autoridades sanitarias habida cuenta de las herramientas de las que disponen y nunca hay que desdeñar la capacidad de las grandes corporaciones industriales para recuperar los parones de fabricación. Los expertos estiman que solo ha-brá que empezar a preocuparse desde el punto de vista económico si no se ataja la neumonía en el primer trimestre, pero mientras llega la solución se escuchará a lo lejos la algarabía de los tahúres.