BOB Dylan nos recordó que el hombre puso nombre a los animales e ideó cómo fueron bautizados el oso, la vaca, el toro, el cerdo, la oveja y hasta la serpiente, aunque a esta última no la nombrara. Joaquín Sabina se inspiró en la canción del bardo de Minnesota y encontró rimas para los bautizos del cocodrilo, el diplodocus, el pez, la jirafa, el ratón, las ladillas, el ornitorrinco, el camaleón, el caimán y la cucaracha. Pero ni uno ni otro se acordaron del chivo expiatorio, aquel macho cabrío que en el Día de la Expiación del calendario hebreo era cargado con todas las culpas del pueblo judío "para enviarlo a Azazel, al desierto". En la actualidad, el chivo expiatorio es esa persona o grupo que carga con todas las culpas que generan frustración entre sus congéneres. Así, el Gobierno vasco sigue siendo, tres semanas después, el pagano en el derrumbe del vertedero de Zaldibar que causó dos víctimas mortales, para el que los partidos de la oposición no aportan soluciones. Alfonso Alonso también pagó los platos rotos de un Partido Popular que pone rumbo hacia la extrema derecha y recupera para la causa y para intentar acceder a la Lehendakaritza a Carlos Iturgaiz, que ve gobiernos "fasciocomunistas" allá donde mira. Y Mikel Vesga es en el Athletic el toro que mató a Manolete, porque con su presencia en el once titular, el conjunto rojiblanco no ha ganado ningún partido. ¡A la hoguera!

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