LAS haciendas forales de la CAV lograron el año pasado su tercer récord de recaudación consecutivo y confían en batir otra marca este curso. Cualquier empresa o familia lanzaría las campanas al vuelo si aumentara año tras año sus ingresos y tuviera cada vez más recursos para gastar. Sobre el papel, en la administración la alegría es compartida, porque todos los ciudadanos se benefician de ese dinero, que, no hay que olvidarlo, sale de los bolsillos de los contribuyentes. Además, en el caso de las diputaciones la recaudación tuvo el año pasado un crecimiento sano, porque no medió ninguna subida de impuestos o ingresos irregulares, como ocurrió en 2017 con los 600 millones de euros que logró Euskadi tras el acuerdo del Cupo con el Estado. De modo que la mejor evolución de los ingresos fiscales en la CAV es imputable a la actividad económica, al aumento del empleo y del consumo. Pero más allá de cuánto dinero se ingresa, lo importante es cómo y a qué se dedica. Respecto al cómo, las diputaciones y el Gobierno van a analizar este año la última reforma de cara a revisar algunas figuras tributarias. Da la impresión de que el modelo ha funcionado y no se prevén grandes movimientos. En cuanto al destino de la recaudación, cada uno tendrá sus prioridades, pero escuchar al consejero de Hacienda y Finanzas, Pedro Azpiazu, pedir a Madrid que permita al Gobierno vasco invertir su superávit es cuando menos tranquilizador respecto a quien maneja los fondos disponibles.