HEMOS perdido el respeto a todo y cada vez cuesta más saber dónde lo hemos dejado. Selfis en Auschwitz, saltos sobre el memorial del Holocausto, morritos en Chernobyl... ¿Nos hemos vuelto locos? El postureo (por cierto, antes se llamaba exhibicionismo) se ha saltado todos los límites y las fotos irrespetuosas campan a sus anchas. Hace tiempo que el Auschwitz Memorial denunció el comportamiento de algunos visitantes al campo de concentración, quienes se pasan por el forro que es el lugar donde mataron a un millón de judíos. Pero este verano se han seguido sacando autorretratos en una habitación llena de zapatos de los gaseados. Muy triste. Ha habido sesiones fotográficas con posados imposibles en aquellos lugares donde se traficó con esclavos. E influencers han llegado a Chernobyl para posar con su culo respingón ante un fondo de instalaciones quemadas y hacer el signo de la victoria a espaldas del enclave donde se produjo el peor accidente nuclear del mundo. Como somos la generación más narcisista de la historia, subimos a las redes fotos frívolas porque la memoria del horror es efímera. Hemos convertido los monumentos que recuerdan grandes tragedias en complejos turísticos y en platós de Hollywood para buscar el selfi perfecto. El mundo se ha vuelto un enorme parque temático. Por eso ya van a la Antártida más turistas que científicos.

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