SEGURAMENTE, mi naturaleza conspiracionista me juega malas pasadas a la hora de interpretar casualidades. No obstante, me ronda por las neuronas una sensación que es como la mosca insistente que tropieza con el cristal y no halla el modo de salir incluso cuando le abres la ventana. Me resulta significativo que, en el entorno de la semana de reivindicación del orgullo LGTBI+, cierta prensa haya difundido ampliamente un suceso escabroso, trágico y lamentable a más no poder sobre una pareja de mujeres que castró y asesinó en Brasil al hijo de una de ellas -de 9 años de edad-. El tratamiento informativo de algunos medios sobre el crimen repugnante incide en el carácter de lesbianas de la pareja homicida más que en el hecho, también contrastado, de que se trate de dos personas de tendencia al fanatismo religioso, obsesionadas con presuntas revelaciones fruto de su espiritualidad exacerbada que las llevaba a convencerse del carácter profético de sus sueños. Para hallar estos extremos y algunos antecedentes que apuntan a desequilibrios emocionales y psicológicos que podrían haber incidido en su percepción de la realidad y en su experiencia de matrimonios frustrados me ha hecho falta bucear en la historia. De lo contrario, mi percepción del hecho estaría determinada por los titulares que reducen el suceso a que una pareja de lesbianas ha castrado y asesinado al hijo de una de ellas. Nada es mentira, pero algunas formas de contar la verdad son más tóxicas.