DICE el refrán “consejos vendo que para mí no tengo” y esta semana era imposible no acordarse de su significado al escuchar a Felipe de Borbón dirigirse a una audiencia de cargos de peso en esta Europa unida pero temblorosa. Fue el jueves, en la entrega del Premio Carlomagno al secretario general de la ONU, Antonio Guterres. El consejo de Felipe fue reclamar la reforma de las instituciones comunes para hacerlas más efectivas y responder a los sentimientos de desafecto de una parte de la población concernida que no ha sido escuchada y atendida. Y uno piensa que, ahora que la amenaza del populismo ultra es más palpable, quizá en Europa deberían atender al activo de unión que existe en las naciones que quieren compartir proyecto, en muchos casos con más compromiso que los Estados que lo manejan. Las elecciones europeas han retratado al nacionalismo vasco, al catalán, al escocés, al valón -sí, también al sector más euroescéptico, pero por detrás del más comprometido con los valores del modelo social europeo-..., como activos de un proyecto compartido que se ven señalados y muchas veces criminalizados en los Estados que no parecen dispuestos a acometer en su propio ámbito el consejo de Felipe de Borbón. “Las instituciones europeas, de la que -esa población- se siente actualmente excluida, deben responder a sus preocupaciones y ayudar a satisfacer sus aspiraciones”. ¿Para cuando el reconocimiento plurinacional en el Estado español?