ES la última víctima de la violencia machista en España. Aunque su muerte sea catalogada como suicidio. Sin embargo, el suyo sí que fue un suicidio inducido y no los de esas personas que luchan por tener una vida digna y a las que no dejamos morir dignamente. Verónica, 32 años, dos hijos de corta edad. Hace cinco años, cuando aún estaba soltera y tenía otra pareja, se grabó a sí misma en un vídeo de contenido erótico que envió a su amor de entonces. Ahora, al parecer, este hombre pretendía retomar la relación, algo que Verónica rechazó pese a ser chantajeada con la difusión de las imágenes comprometedoras. Lo que Verónica no creía era que su antiguo amor cumpliera la amenaza. Sus compañeros de trabajo recibieron el vídeo comprometedor. Verónica notó en sus miradas un reproche lascivo. Temió que las imágenes llegaran a poder de su actual pareja, a quien confesó lo sucedido, lo que provocó en este una crisis de ansiedad. Era el viernes de la pasada semana. Un día después, Verónica se quitó la vida. Y el hombre que presuntamente difundió ese vídeo, grabado un día por amor y hecho viral por el odio, duerme tranquilo. El castigo que contempla el Código Penal por desvelar imágenes comprometedoras o que atentan contra el honor es ínfimo comparado con el que conlleva una muerte por violencia machista. Y, sin embargo, Verónica es, a día de hoy, la última víctima de la violencia machista en España.

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