ES inmoral. Tres de las grandes entidades bancarias españolas negocian expedientes de regulación de empleo con sus respectivas plantillas que supondrían el despido o la jubilación anticipada para más de 8.000 trabajadores. El Banco Santander anunció que pretende prescindir de 3.713 de sus empleados y cerrar 1.150 oficinas o, lo que es lo mismo, una de cada cuatro. Caixabank reveló a principio de año que 2.023 miembros de su plantilla deberán irse a sus casas y que 821 de sus sucursales bajarán la persiana en fecha próxima. Además, la de momento fallida fusión de Unicaja y Liberbank llevaría aparejada, según los especialistas, la desaparición de 2.452 puestos de trabajo. Un ERE es “un procedimiento mediante el cual una empresa en una mala situación económica busca obtener autorización para suspender o despedir trabajadores. Tiene como finalidad obtener de la autoridad laboral competente un permiso para suspender o extinguir las relaciones laborales en un marco en el cual se garantizan ciertos derechos de los trabajadores”, según dicta Wikipedia. No parece que la banca española atraviese una mala situación económica. El año pasado los seis grandes tuvieron unos beneficios de 16.676,5 millones de euros, un 22,4% más que en 2017. Pero nadie les frena. Porque son los que realmente mandan. A los que votamos el pasado 28-A y a los que votaremos el 26-M inclinan sus cabezas ante el poderoso caballero don dinero.

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