MIENTRAS andan los votantes del PP vasco como alma en pena preguntándose dónde están su padre y su madre, transita su jefe en desayunos informativos diciéndole a parte de los que han contenido a los ultras que se moderen. El PP es un erial y la facción vasca un partido con cara de circunstancias como si sus políticos no hubieran vivido circunstancias complicadas como para que ahora, o ayer, sus superiores, esa derecha milenial que parece una panda de escolares, viniera a arrimarse a los extremos. El PP entero está hecho un poema enredándose a cada paso con los estriptis de Casado, que un domingo ofrece carteras a Vox y el martes quiere ser esa derecha llevadera de puños fuera hacia los que intentó una hermandad sin oler el rechazo de la militancia. Ver sonreír sin tregua a Casado sugiere la misma congoja que Alonso exigiendo a Ortuzar que no se escore hacia EH Bildu, que por su carril promete regalar a Sánchez una investidura como ese invitado que se te presenta a la cena del saloncito con una cesta de frutas. Es todo desquiciante y lo de Alonso suena a una suerte queja, que a falta de poner dirección Madrid, se queda en casa hacia quienes les han absorbido los votantes por los errores sin embozo de los jefes. Céntrese señor Alonso, delimite su perímetro y salga del círculo. Su centro, gracias al fuego amigo, tiene la seriedad de una fanfarria.

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