LA encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas ya lo adelantó hace semanas. El CIS vaticinó entonces que más del 40% de los españoles no había decidido a qué partido votar en las elecciones generales de pasado mañana. Pasado el tiempo, tras dos soporíferos y nada aclaradores debates televisivos, cuando la medianoche de hoy ponga el punto final a la campaña, todavía habrá quien esté pensando si votar naranja, morado, rojo, azul o en blanco. Y es que son los propios políticos los que predican con el ejemplo de la indecisión. Si no, no se entiende que el expresidente de la Comunidad de Madrid Ángel Garrido, que el martes presenció el segundo debate electoral en la sede que el Partido Popular tiene en la madrileña calle Génova y aplaudió las intervenciones de Pablo Casado, desayunara al día siguiente un zumo de naranja antes de presentarse con los Ciudadanos de Albert Rivera. Es lo que tiene la derecha. Que lo mismo cabe bajo un paraguas que bajo una sombrilla. Ahí está el ejemplo de Fernando Martínez Vidal, quizás un desconocido para el gran público, pese a ser el autor del logotipo de la gaviota que ha identificado al PP los últimos años, que ahora muestra impasible el ademán como militante de Vox y sonríe los exabruptos de Santiago Abascal. Así que predecir el resultado de las votaciones del domingo se antoja tan difícil como adivinar un truco de magia de Tamariz. Mucho indeciso es lo que hay. ¡Tachán!

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