el voto útil es una especie en expansión que se caracteriza por presentar una morfología radicalmente distinta en función del ornitólogo político que lo describa. Pongamos que la encarnación del voto útil es el mirlo; encontraremos, así, el mirlo azul, que representa al pájaro que pía para sí el voto útil de la derecha; el mirlo rojo, que aspira a encabezar la bandada de la izquierda, y el mirlo blanco, que es ese espécimen que pretende picar a derecha, izquierda y centro para convertirse en la piedra filosofal de los alquimistas de la política, esa que convierte en voto propio todo lo que toca. El mirlo tiene tendencia a mirlarse, cosa que, tal y como describe la Real Academia Española de la Lengua, consiste en entonarse afectando gravedad y señorío en el rostro. A mí me está dando la impresión en los últimos meses, pero seguro que son cosas mías, de que las televisiones españolas han adquirido la colección completa de documentales de Félix Rodríguez de la Fuente y que están programándolos en prime time para que los mirlos de colores puedan entonarse afectando gravedad y señorío en el rostro. Cosa que, a vista de pájaro, consiguen en la parte que concierne a la gravedad, pero no en lo que toca al señorío. La campaña electoral está ya aquí. A la hora de elegir el voto, la clave está en separar el grano de la paja (de los pájaros en este caso) y en pensar que el único voto inútil es la abstención. Más allá de eso, si de utilidad se trata, yo prefiero pájaro en mano que mirlos volando.