SON las que ocurren en el tercer mundo. Esas que ocupan una vez la primera página de los periódicos o los titulares de apertura de los informativos de radio y televisión para caer luego en el más absoluto de los olvidos. Es el caso de las inundaciones sufridas el pasado día 14 en Mozambique, donde el paso del ciclón Idai causó 447 víctimas mortales, según cifras facilitadas por el gobierno del país africano, y afectó a 1.850.000 personas, muchas de las cuales han perdido lo poco que tenían. Quince días después, Mozambique lucha para frenar el avance del cólera y la malaria, así como de enfermedades transmitidas por la utilización y consumo de agua insalubre. Las organizaciones no gubernamentales de asistencia médica no dan abasto para ayudar a una población local afectada también por diarreas e infecciones del tracto respiratorio y de la piel. Y, sin embargo, en este primer mundo donde nos vemos ya nos hemos olvidado de la penosa situación en que viven esos casi dos millones de personas. Estamos más preocupados por el Brexit o por los últimos desvaríos de Donald Trump, incluido su último farol de volver a llevar a la Luna a un estadounidense en 2024. Nos preocupa que los trenes de alta velocidad lleguen a nuestras ciudades antes que los norteamericanos regresen al satélite de la Tierra o que lleguemos a tiempo para cobrar la jubilación. Mientras tanto, al otro lado del globo, a la gente solo le preocupa sobrevivir.

jrcirarda@deia.eus