Ay la gauche divine! El desengaño como su apestosa realidad. Aquella ilusionante rebeldía corre marchita una década después por el desagüe del arribismo, la traición inmisericorde o la miserable depravación sexual. Aquella profecía despechada del asalto a los cielos queda diluida en una orfandad electoral, un cainismo aniquilante y una desideologización sometida al rigor de una angustiosa supervivencia. Es el desencanto de un estrepitoso fracaso político que, desde luego, gangrena la solidez de la izquierda cuando pretenda evitar a medio plazo la llegada de la derecha al poder. Paradójicamente, aquel Iñigo Errejón, aplaudido ideólogo de la política regenerativa, viene a echar demasiadas paladas de tierra con su degenerado comportamiento personal sobre la credibilidad y solvencia del espacio situado a la izquierda de un PSOE que también rumia su desdicha, asediado por la corrupción y una galopante soledad.
Errejón arrebata todas las portadas a Ábalos. Fatídicamente le gana en perversión. Provoca más repulsa con su degeneración. Resulta mucho más abominable. No hay excusa para este depravado víctima de su irrefrenable adicción al sexo. Hasta desbarra con sus pueriles disculpas, que parecen escogidas atropelladamente de esa mente tan desquiciada, y quizá ya azorado al imaginarse la desbordante magnitud de la implacable reprobación social que se le avecina. El calvario que le aguarda solo ha conocido sus primeras estaciones.
No hay tregua para la conmoción en la política española. En el último caso, los decibelios atronan. Posiblemente por las gotas de hipocresía que lo agitan. Ese oráculo de una izquierda guardián de los derechos de la mujer ocultaba un malsano instinto machista. Incluso, desde hacía mucho tiempo bajo el manto de un silencio cómplice. Una mezcla siempre condenable de impunidad, adulación y sumisión favorecida por el miedo atroz a una denuncia cuyo resultante arrastra la duda garantista para la reparación de la víctima.
La sensible distancia temporal -tres años- entre la fecha de la supuesta felonía y la primera y sonada demanda judicial contra Errejón descubre, por encima de cualquier divagación, un espúrio delito que escandaliza en sí mismo, pero no cierra la puerta a la sospecha sobre una posible intencionalidad política en cuanto al momento de su explosión. Tan cierto es que en Sumar -o en sus marcas subordinadas Más Madrid o Más País- se venían sorprendiendo con los secretos a voces de esos brotes psicóticos de su portavoz con el género femenino, como que en Podemos lo sabían desde hacía años. Ahora bien, el destrozo de la valiente y merecida denuncia destroza el proceso reorganizativo de la coalición de Yolanda Díaz en beneficio de una progresiva rehabilitación de los seguidores incondicionales de Pablo Iglesias. Curiosamente, las tentaciones despreciables de Errejón actualizan -también dentro del mismo espectro político- aquella atroz frase de su acérrimo enemigo y entonces vicepresidente que deseaba azotar a una conocida presentadora “hasta hacerla sangrar”. Ningún grupo feminista levantó entonces la voz. Bastó una disculpa de vergüenza para solventar tamaña afrenta.
AGITA EL GOBIERNO
No son buenos tiempos para la lírica, dirían en el Gobierno. Tampoco son capaces de recordar si los ha habido en estos siete años. Ahora, sin reponerse de los torpedos matinales que desprenden los teléfonos intervenidos por la UCO sobre el contubernio alrededor de Ábalos, la caída a los infiernos de Errejón les supone un factor demasiado desequilibrante. Rezuma una carga ideológica de difícil distracción. Un nítido referente de la izquierda ha herido el principio sagrado del respeto a la libertad sexual. La carga de descrédito que les sobreviene como castigo parece inevitable. La consistencia de Sumar se sigue deshilvanando a modo de una hemorragia difícil de contener, principalmente porque sus resortes aparecen cada vez más debilitados. Este escándalo superlativo generará la enésima guerra interna para desventura de la propia credibilidad de esta formación, mientras se superponen nuevas denuncias contra Errejón.
Bajo esta tormenta despiadada, las mejoras del empleo y de la economía pasan desapercibidas. Incluso, hasta el resuello para Sánchez que supone eludir su condición de testigo en la turbulenta concesión del multimillonario rescate de Air Europa. Pero la trama de Fomento y las tribulaciones del juez Peinado siguen ahí.