Minuto de juego y resultado del partido de Champions planetaria. Donald Trump, 3; Resto del mundo, 1. Con el añadido inquietante de que el único gol que ha encajado –a expensas del VAR– el recién regresado inquilino de la Casa Blanca lo ha marcado China. Solo el gigante asiático parece en disposición de plantar cara al grotesco personaje del pelo naranja. Aunque hay titulares voluntaristas asegurando que los 27 se conjuran para no cederle un milímetro, conocemos el paño lo suficiente como para tener claro que eso es, en el mejor de los casos, un farol. Por de pronto, se antoja casi ilusoria una postura unitaria de los socios nominales de la Unión, cuando entre ellos se cuentan admiradores y amigos del emperador como Meloni u Orbán. Así que, menos lobos. Lo único positivo que se puede contar a la hora de escribir estas líneas es que el abusón nos ha dejado para más tarde y se está centrando en dar para el pelo a los más débiles, léase por orden cronológico, Colombia, México y Canadá. Sí, sí, los tres muy farrucos de boquilla contra el gran villano del universo. Y los dos primeros, con gobernantes que son idolatrados por la izquierda fetén a este lado del charco y que dejaron en las hemerotecas declaraciones épicas rezumantes de apelaciones a la dignidad y a su carácter indomable frente a las perversas intenciones del chantajista. Todo, para que a la hora de la verdad hayamos asistido a clamorosas bajadas de pantalones. El presidente colombiano, Gustavo Petro, se tuvo que comer con patatas su promesa de no admitir un solo deportado desde USA y aceptar los aviones con compatriotas retornables que el señor del Capitolio tuviera a bien enviarle a cambio de librarse del arancelazo. Con un mayor nivel de patetismo, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, se tuvo que plegar a la hace tres días intolerable exigencia de destinar 10.000 agentes a patrullar la frontera. De propina, tuvo que escribir que el acuerdo llegó tras una charla “cordial y respetuosa”. Real Politik.