Luminaria futbolística a la que la realidad ha puesto en su sitio: En un giro de guion perfectamente esperable, las cámaras lo han captado deteniendo su cochazo abruptamente a la salida de un entrenamiento del Barça, abriendo la portezuela y dirigiéndose hecho un basilisco a un criajo que, por lo visto, le había soltado un par de lindezas. “¡Que sea la última vez que me llamas tonto!”, se oye en las imágenes que le ha advertido al (por otra parte) poco intimidado chapulín, al que le dobla en estatura. Me asombra que haya quien, ante su actitud más matonil que profesional, le haya aplaudido por haberle puesto las peras al cuarto al desventurado alevín. Yo, sin embargo, solo he visto a un tipo que salió entre mal y fatal primero de la Real y luego del Athletic volcando su frustración contra un infante. Un clásico, por otra parte.