Las encuestas de intención de voto, aunque fallen como escopetas de feria, tienen su morbo. Resultan muy nutritivas para titulares de aluvión y/o tertulias o columnas sesudas en las que los que somos demasiado mayores para hacernos trampas al solitario sabemos que estamos opinando sobre puñetero humo. Con un cierto parecido con la posible realidad, pero nada sólido; purita especulación fundamentada en un puñado de preguntas a personas que, por lo general, pasan kilo y medio de las cuestiones políticas. Por si faltara algo, tanto las respuestas de los encuestados desinformados y desinteresados se pasan por la Turmix junto a las de quienes sí siguen la actualidad y tienen una ideología definida. Cocina se llama cínicamente al proceso donde los peritos en sociología corrigen de sal y pimienta la voz de la ciudadanía aparentemente menos apta para que lo que se ofrece en las informaciones periodísticas tenga apariencia de verosimilitud.

La cuestión es que estos mismos sondeos guardan secretos bastante más sabrosos pese a ser menos susceptibles a la mentada cocina. Lo comprobamos ayer, en la segunda parte del último Sociómetro del Gobierno vasco, que se centraba en las preocupaciones de la ciudadanía y en la valoración de las y los líderes políticos Y ahí es donde nos encontramos con la madre del cordero. No en el hecho de que Iñigo Urkullu sea el más valorado, seguido por Nerea Kortajarena. Qué va. El dato verdaderamente demoledor es que más del 60 por ciento de las personas a las que se sometió al cuestionario no tenían la menor idea de quiénes son la mentada Kortajarena, Eneko Andueza, Miren Gorrotxategi ni Javier de Andrés. Estamos hablando, ojo al dato, de las portavoces parlamentarias de la segunda y cuarta formaciones de la CAV (EH Bildu y Elkarrekin Podemos), y de las cabezas visibles de la tercera (PSE) y quinta (PP). Es de sonrojo. ¿O no? .