Gran amante de la fruta, según va presumiendo jocosamente tras la enésima tropelía que no le pasará factura: Teníamos sobradas muestras de su bajeza política y personal, pero esta de la que hablamos es de las que la retratan definitivamente. Es verdad que es una minucia al lado de su inhumana gestión de las residencias durante la pandemia, pero no puede quedar en anécdota haber llamado hijo de puta al presidente del Gobierno español desde la tribuna de invitados del Congreso en la que estaba como presidenta de una comunidad autónoma. Mucho menos, si en lugar de excusarse por su gesto grosero, lo reivindica con el pecho hinchado y descuajeringándose de la risa en la Asamblea de Madrid. Claro que lo peor es pensar que, a día de hoy, sigue encabezando con holgura las encuestas.
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