NO hay como que las cosas vayan muy mal para que una leve mejora parezca un logro prodigioso. Lo vimos ayer, cuando salió el dato adelantado del IPC de octubre y los titulares comenzaron a dar palmas con las orejas porque la inflación se ha estabilizado en un 3,5%. Es decir, que debemos felicitarnos porque en los últimos doce meses los precios han subido esa rumbosa cifra. Pregunten a sus bolsillos o a sus extractos bancarios si esa es la subida real que han experimentado –o sea, sufrido– desde octubre de 2022. En mi caso, la respuesta es un no rotundo.

Pero como servidor no es sabio ni competente en la materia, tendré que aceptar que es mi contabilidad personal la que está equivocada y que solo es una disfunción que la garrafa de tres litros de aceite que el mes pasado les dije que costaba 25 euros cueste hoy 27. Así que me sumo a la conga de Jalisco que celebra esto que llaman estabilización como el presagio de una inminente desaceleración de los precios y hasta un descenso a la vuelta de la esquina. Aparte de que las cercanas navidades no parecen la mejor época para que se obre tal milagro, es lo que nos llevan anunciando desde marzo. Y no pasa.

Shani Louk está muerta

La conocimos del modo más brutal. Unos terroristas de Hamás la paseaban semidesnuda, mientras pisoteaban su cuerpo en el que no se podía adivinar si estaba viva. Uno de los captores llegaba a escupirla. Gracias a sus rastas, su madre consiguió identificarla desde Alemania. Supimos entonces que se llamaba Shani Louk, que tenía 22 años, que era germano-israelí y que había asistido a la fiesta rave en el desierto en que los mal llamados milicianos asesinaron a otros 250 jóvenes.

Ayer quedó confirmado que Louk también está muerta. Pese a la esperanza que mantenían sus familiares, los investigadores encontraron un trozo de su cráneo lo suficientemente grande como para tener la certeza de que no está viva. Es tremendo pensar que dejó la vida en un concierto por la paz y el entendimiento. Y también es muy pero que muy revelador que el abuso machista que padeció, con exhibición inmunda incluida, no haya merecido ni media palabra de las y los condenadores habituales.