Legislatura incierta - Como el niño del cuento que dijo que el emperador estaba desnudo ante la concurrencia que no quería verlo, el lehendakari Iñigo Urkullu cantó la gallina el otro día: de poco vale investir a Pedro Sánchez si se alumbra una legislatura incierta que obliga a ir a elecciones dos o tres meses después. Comprendo el vértigo que provoca el enunciado, pero si le dan media vuelta, resulta un pronóstico de muy posible cumplimiento. Si Junts (y, a rebufo, ERC) ve satisfecha su exigencia de una ley de amnistía y ahora, además, el compromiso de convocar un referéndum, no es descabellado pensar que en cada ley que plantee el gobierno PSOE-Sumar, empezando por los presupuestos, los de Puigdemont hagan valer sus siete votos a cambio de las muchas reivindicaciones que aún tiene el pendiente el soberanismo.

Ya no es tan fácil - ¿Qué va a hacer Sánchez en esa tesitura? Es ocioso preguntárselo. Ni se lo ha planteado. Lo conocemos lo suficiente como para saber que las estrategias del presidente en funciones no pasan del día siguiente. Cuando llegue el puente, ya verá cómo lo cruza, Ahora está en pasar el primero, el de la reválida del cargo, una vez que su rival venido a menos ha fracasado en el intento, como estaba cantado. Y la cuestión es que, hasta el jueves por la tarde, el líder del PSOE creía que el empeño era pan comido. Su arrogante sonrisa (a veces, carcajada abierta) en las dos sesiones en las que Núñez Feijóo predicaba en el desierto era el síntoma de que daba por hecho que tenía conseguidos los votos suficientes para seguir durmiendo en La Moncloa. Pensaba que le bastaría con la ley de amnistía en la que ya trabajan sus peones jurídicos para conseguirlo. Pero la batalla a muerte entre las dos grandes fuerzas del independentismo catalán le ha reventado los planes. La imperiosa necesidad de no aparentar que se lo ponen demasiado fácil al adversario español provocó que, después de meses sin llegar a un solo acuerdo y de ponerse mutuamente a parir, pactaran el compromiso recíproco de subir el precio de sus votos a Sánchez. No lo investirían si, además la mentada y ya amortizada amnistía, no obtenían también la promesa firme de fijar las bases de un referéndum de autodeterminación. 

Olvido voluntario- El acuerdo sellado y votado en el Parlament catalán ha cogido al aspirante con el pie completamente cambiado. Lo comprobamos ayer mismo en un acto en Sevilla en el que, entre sonrisas ya más bien de cartón, Pedro Sánchez tiró del comodín de las medidas sociales y se olvidó voluntariamente de la cuestión territorial. Ay, ay, ay.