NO podían faltar los pescadores de río revuelto desde las dos orillas en un asunto como el de las webs municipales de memoria histórica. Empezando por los de la ribera diestra, era de cajón que se lanzarían con el cuchillo entre los dientes contra la Sociedad de Ciencias Aranzadi, la institución que literalmente envenena sus sueños de pasar sin leer la página de nuestro pasado reciente que no les gusta o por la que se sienten concernidos. En primera línea de ataque ha estado el ultramonte mediático, colmando de insultos a Paco Etxeberria, cabeza visible de la entidad, al que, además, identifican como asesor del gobierno español socialcomunista, de modo que matan dos pajaros de un tiro dialéctico. Pero, ojo, que no han sido los únicos, porque en nuestro terruño hay cierta intelectualidad aparentemente más tibia que, entre los celillos y lo ideológico, nunca ha visto con buenos ojos a Aranzadi, y también han aprovechado el viaje para dejar la mano suelta.

Puesto que el asunto central va de la importancia de no mezclar ni confundir, también conviene aclarar que no todos los que hemos señalado que hay que establecer los límites entre víctimas y victimarios participamos de ninguna campaña contra Aranzadi. Todo lo contrario. Nuestras críticas a las webs han venido con el doble subrayado previo del aplauso a la labor de una organización que tiene acreditada una impagable labor, no solo en el campo de la memoria, sino en mil y una disciplinas. En ningún momento se hace una enmienda a la totalidad. Solo se propone una reflexión sobre una cuestión muy delicada. Lo demás son ganas de embarrar el campo.