Lo que teníamos que...

– “Hicimos lo que teníamos que hacer”, se cerró en banda ayer la desparpajuda secretaria general del PP y portavoz en el Congreso, Cuca Gamarra, ante las insistentes preguntas de los plumillas sobre su comportamiento hace un año en la estupefaciente defenestración de Pablo Casado como líder del PP. A la vista del desenlace de la tragicomedia, se diría que “lo que teníamos que hacer” era traicionar a quien le debía sus puestos. Las hemerotecas y las capturas de las cuentas en redes sociales narran una cosa muy diferente. Después aquella entrevista en la COPE en que Casado se tiró a una piscina sin agua acusando frontalmente a su enemiga íntima Isabel Díaz Ayuso del trapicheo millonario de su hermano con las mascarillas, Gamarra fue la primera en aplaudir. “Gran entrevista. Con claridad, seriedad y verdad”, dejó escrito –y la frase siempre la perseguirá– en el grupo de WhatsApp del comité de dirección.

Maroto, como Bruto

– Algún malvado conservó y difundió esa conversación, a la que inmediatamente se sumó otro de los inminentes desleales, Javier Maroto, con un vertido de peloteo de talla XXL: “Pablo, siempre ganas cuando, además de con la razón, hablas con el corazón. Hoy lo has hecho. Enhorabuena”. El exalcalde de Gasteiz, hoy empadronado en la localidad segoviana de Sotosalbos, convencido de que estaba en el bando ganador, se regodeó en Twitter: “Desde que conozco a Pablo Casado, y he trabajado a su lado bastantes años ya, he conocido también un ejemplo de político comprometido con la ejemplaridad. La que él practica para sí mismo. Siempre. Hoy también”. Unos días después, cuando ya estaba claro que el palentino había mordido el polvo, Maroto corrió a borrar el mensaje en un doble autorretrato: quedó claro de una tacada que no sabe que hoy en día es imposible hacer desaparecer cualquier cosa que se haya dicho y, sobre todo, que es un personaje que sistemáticamente busca el sol que más calienta y que no duda en acuchillar por la espalda a quien ha sido su principal valedor.

Magnánimo Feijóo

– Lo llamativo –o solo ilustrativo– es que, en lugar de aplicar el clásico “Roma no paga traidores”, el vencedor del Juego de tronos, Alberto Núñez Feijoó, no solo dejó sin castigo a los Judas, sino que los premió. A Gamarra, manteniéndola en sus dos cargos y reforzando su papel, y a Maroto, permitiéndole seguir como portavoz en el Senado, cuando ya se daba por hecho que iba a ser relegado. Así que, de aquellos días de cuchillos largos en Génova los únicos laminados fueron el propio Pablo Casado y su Rasputín Teodoro García Egea.