SI no fuera trágico, resultaría cómico. El delegado en el País Vasco –no es inocente la nomenclatura– del gobierno que tiene en su mochila reciente la masacre de la valla de Melilla, con 23 migrantes muertos, se permite dar lecciones sobre demagogia, populismo y xenofobia. Cacarea Denis Itxaso, antes de comerse las angulitas en honor del patrón, que no se deben dar cuartos al pregonero ultraderechista tachando el mamotreto que sus señoritos monclovitas pretenden levantar en Vitoria-Gasteiz como macrocentro, guetización o repositorio de personas. Como si no cantara La Traviata que se trata de una excusa no pedida del tamaño de la Catedral Vieja o, lo que es lo mismo, de una desvergonzada confesión de parte sobre lo indefendible del proyecto.

Sabe Itxaso que no es solo su indisimuladamente odiado PNV quien se hace cruces ante la granja de seres humanos ideada por su muy progresista gobierno. Los colectivos que trabajan a pie de obra con refugiados y migrantes también han dejado claro que abominan de la estabulación masiva de personas desplazadas de su hogar. Así que venir con la mandanga de cuarta regional de la xenofobia, como también ha hecho el secretario general del PSE, Eneko Andueza, nuestro Juan García-Gallardo local, va más allá de la demasía intolerable para situarse en la indecencia sin matices. Barnizarlo con la mentira de que estaba todo hablado con el Gobierno vasco es la guinda ni siquiera sorprendente a la vista de los antecedentes de Zipi Itxaso y Zape Andueza. Pagaría un euro, por cierto, por saber lo que piensa la candidata socialista a la alcaldía de la capital alavesa.