Concurso de elogios
– Si no estuviéramos ante una situación con ribetes de drama, resultaría cómico comprobar que el único asunto en el que PSOE y PP han coincidido en meses a la redonda ha sido en el aplauso con las orejas a la parrapla navideña de Felipe VI. Les confieso mi sensación de bochorno infinito al asistir a la competición de elogios desmedidos entre los diferentes portavoces de ambos partidos ante la absoluta nada entre dos platos que evacuó su muy preparada majestad. Pero, oigan, punto para el amanuense que le escribió esas frases que servían igual para un roto que para un descosido. Que cada una de las formaciones turnistas se haya esforzado tanto por aparentar que el monarca español les estaba dando la razón en la bronca del Tribunal Constitucional atrincherado es la prueba de que las dos consideran cuestión fundamental y línea roja (o azul, más bien) infranqueable la figura de este rey en particular y de la monarquía en general.
Muro infranqueable
– Lo sorprendente es que los socios morados de gobierno del PSOE y el resto de sostenedores externos del Ejecutivo, incluyendo los que nos son más cercanos, no acaben de caerse del guindo. Ya no es solo la reverencia coreografiada ante la vacuidad de nochebuena. Las mil y una iniciativas en las Cortes que concernían a la casa real borbónica han ido estrellándose una detrás de otra en el muro que conforman PP, Vox, los restos de serie de Ciudadanos e, inevitablemente, el partido socialista. Daba igual que se tratase de peticiones de transparencia, comisiones de investigación sobre los chanchullos del asilado en Abu Dabi o simples peticiones de acabar con ese derecho de pernada moderno que es la inviolabilidad –léase impunidad– de los titulares de la Corona presentes, pasados o futuros.
Asumir la realidad
– Abandonemos toda esperanza. Por más que el ultramonte mediático se engolfe en la matraca de que el próximo objetivo de Pedro Sánchez y sus aliados que llaman “socialcomunistas, separatistas y filoetarras” es la monarquía, los hechos contantes y sonantes indican que ese Rubicón jamás se traspasará. Al contrario. Como acabamos de ver con el episodio del mensaje navideño en que tan fácil estaba señalar, como en el célebre cuento, la desnudez del rey, el PSOE cerrará filas con los demás representantes del búnker del 78 en defensa de la persona que la sacrosanta Constitución define como símbolo de la unidad y permanencia del Estado. Cabe, como mucho, el derecho al pataleo, pero va siendo hora de asumir una realidad que no parece fácil de cambiar.