Ahora, Izium - Mariúpol, Bucha. Apenas fue anteayer, pero los nombres empezaban a desdibujarse en nuestra memoria. Como ocurrirá, no tengan la menor duda, con Izium, la localidad al noreste de Ucrania que ahora está en los titulares porque, tras su liberación de los matarifes rusos, han aparecido 440 tumbas de otras tantas personas asesinadas por los invasores. En la brutal necrópolis hay familias completas con miembros de todas las edades, cuyos restos muestran señales, en no pocas ocasiones, de horribles torturas. “El mundo debe ver esto”, ha clamado el presidente Volodímir Zelenski. Y lo cierto es que el mundo lo está viendo, aunque me temo que sin capacidad ya para horrorizarse más allá de los diez o quince segundos de rigor o, a veces, ni eso. Son ya siete meses contemplando barbaridades similares y se nos ha hecho callo en la retina.

Silencio de los puros - Nadie lo confesará, pero si algo nos preocupa de lo que está ocurriendo a un puñado de horas de avión de casa no son las matanzas ni las violaciones salvajes de los derechos humanos. Lo que nos inquieta es la repercusión en nuestras vidas: cuánto frío vamos a pasar si nos quedamos sin gas o qué precio van a alcanzar el pan, la leche, los huevos o el aceite en las próximas semanas. Ni siquiera lo formulo como crítica. Es solo una constatación. Por lo demás, qué le vamos a pedir al común de los mortales, si la élite que nos señala con su faro cegador las tropelías de denuncia obligatoria permanece callada ante el siniestro espectáculo de Izium. Sí, hablo de esos que gustan adornarse con el bulo mil veces desmentido de “España, segundo país del mundo en número de fosas comunes después de Camboya” y que no han dicho esta es boca es mía frente a las imágenes reales de casi medio millar de masacrados recientes. Bien mirado, casi es mejor que sea así. La otra opción es que culpen a las propias víctimas, a los dirigentes del país ocupado por la fuerza o a la parte de la comunidad internacional que denuncia la injusticia y echa un cable para que los ucranianos la hagan frente.

Habrá más - Más allá del desahogo, no paso por alto que esto ocurre en el momento en que, quizá con optimismo excesivo, nos dicen que los invasores rusos empiezan a morder el polvo. De hecho, la localidad en la que hemos conocido este infierno es una de las que acaban de volver a manos de sus legítimos dueños. Ojalá sea verdad que se ha dado la vuelta la tostada y que David de nuevo ha parado los pies a Goliat. Preparémonos, en todo caso, para asistir en las próximas semanas a horrores como el de Izium.