Sube el presupuesto un 4,5%. Lo dice el Ayuntamiento de Bilbao. Lo repiten los titulares como si el número fuese una promesa, una especie de conjuro contable contra el miedo y el alquiler. Cuatro y medio. Qué bien suena. Cuatro y medio y, según parece, más policía y más vivienda.

El ciudadano medio escucha eso mientras espera el autobús, con la mirada clavada en una persiana medio bajada. Allí donde las calles tienen más historia que los discursos. Allí donde la inseguridad no se mide con estadísticas sino con la velocidad a la que caminas al caer la noche.

Dicen que habrá más agentes. Más patrullas. Más luces azules reflejadas en los charcos de la ciudad. Y no está mal, claro. A veces se agradece saber que alguien vigila mientras uno regresa del turno de tarde. Pero también hay una especie de cansancio con esto de que siempre haya más ojos que manos. Más cámaras que llaves.

Porque la otra pata del anuncio —la de la vivienda— suena a ese viejo propósito que ya hemos escuchado tantas veces. Más inversión para facilitar el acceso. Más partidas, más planes, más futuro. Pero luego uno habla con un chaval de Deusto que cobra 1.200 euros y paga 850 de alquiler, y el futuro se le parece más a una mudanza que a una esperanza.

El 4,5% es un número que no tiene hambre, que no tiembla, que no teme al desahucio. Es el número que sonríe en la rueda de prensa, el que encaja perfectamente en el PowerPoint de la presentación. Pero en las escaleras de un bloque de Rekalde, una mujer mayor calcula cuántas subidas de presupuesto le quedan antes de que le suban el alquiler.

No se trata de estar en contra, sino de mirar más allá del dato. Porque reforzar la seguridad está bien, pero la seguridad también se mide en cosas que no salen en el BOE: en saber que no te echarán del piso, en que el portal esté limpio, en que tu hijo tenga a alguien que le escuche antes de que llegue la policía.

Bilbao sigue siendo una ciudad admirable, de las que aprendieron a levantarse del barro y el humo. Pero a veces da la impresión de que la realidad es una terca inconformista, que cuando has hecho lo posible y lo imposible para colocarte en el mascarón de proa del progreso siempre surge alguna que otra dificultad. Ya se que no es algo propio de esta tierra, que pasan en casi todos los sitios pero... ¡qué jodienda!