En un rincón cualquiera de la casa, una madre cuenta las monedas antes de entrar al supermercado. Son las mismas que ayer, pero hoy tienen menos valor. No por inflación –esa bestia invisible que nos roba sin empuñar navaja...–,sino porque en algún despacho alfombrado de Madrid alguien ha decidido que criar a un hijo en Bizkaia cuesta menos si el BOE lo dice.
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La ayuda de 200 euros mensuales para la crianza de los hijos ha desaparecido. Se esfumó con la ligereza de quien firma un recorte en nombre del rigor fiscal. La noticia pasó como una ráfaga sin importancia por los informativos: un pequeño párrafo en la sección de economía, justo después del precio del barril de petróleo. Pero en la vida real –esa que no cabe en los excel...– hay familias que han sentido cómo se les encoge la semana, como si el reloj del mes viniera con días de más.
“La conciliación no es una opción, es una necesidad real que ha venido para quedarse”
En los portales, las abuelas hacen cálculos en voz alta mientras empujan carritos de bebé que no son suyos. Los padres aprietan los labios cuando el niño pide una camiseta nueva o una excursión escolar. Los 200 euros no eran la salvación, pero eran el margen entre una merienda decente y un ya veremos. Ahora, sin ese alivio, la crianza vuelve a ser un esfuerzo solitario, como empujar un tranvía cuesta arriba con las manos.
Trabajar y callar
Desde los tiempos de la minería y la siderurgia, el pueblo vizcaino ha aprendido a no llorar en público. Se trabaja, se calla y se resiste. Pero hay silencios que duelen más que un grito, sobre todo cuando se recortan por arriba las ayudas de los de abajo. Porque mientras se suspenden subsidios que apenas alcanzaban para pañales y fruta fresca, se siguen firmando contratos millonarios para obras faraónicas o asesores que jamás han calentado un biberón a las tres de la mañana.
Aparecen a nuestra vista padres castigados sin paga a fin de mes. Nadie espera que el Estado críe a nuestros hijos, pero al menos que no estorbe. Que no castigue la maternidad con discursos de austeridad cuando el futuro, ese que todos dicen querer proteger, duerme en cunitas prestadas y aprende a hablar con dibujos en euskera. La patria no está en los himnos, está en la infancia. Y si un país no puede pagar por cuidar a sus niños, que al menos no finja que le importan. Está mal visto. En Bizkaia y en el mundo entero.