Con ustedes, la maravilla. Pasen y vean, salen a escena uno de los mayores espectáculos del mundo que nos rodea: los presupuestos de Bizkaia. Ahí van las primeras estimaciones, unas previsiones de reparto que se anuncian flexibles, como si algo pudiese cambiar a nada que la idea del otro aporte sabiduría que, en el caso de los presupuestos, se traduce en una inversión justificada, en una idea brillante, en una aportación más justa. Superará los 1.650 millones de euros, una de esas cantidades que no caben en cabeza alguna. Es el dinero necesario para que Bizkaia salga adelante con holgura, con suficiencia. Y como nos hemos referido a esta presentación como un gran espectáculo, pongámosle a la crónica una banda sonora de Queen, ese célebre The Show Must Go On, el espectáculo debe continuar. 

Tal y como han asegurado en el palacio foral, “es un presupuesto que, además de aportar recursos y estabilidad financiera al conjunto de instituciones, contará con un marcado carácter social y una clara orientación de cohesión territorial”. El carácter social, como acostumbra a vivirse, orbita alrededor de la idea de dejar el menor número posible de heridos en el camino. Lo que siempre se ha considerado arrimar el hombro. La cohesión territorial atañe a actuaciones para desplegar el transporte público en toda Bizkaia y mejorar las conexiones, la oferta cultural, la actividad y el empleo en todas las comarcas. 

En un mundo donde los números parecen dictar el destino de las personas, los presupuestos se convierten en el reflejo de nuestras prioridades, de nuestras esperanzas y, sobre todo, de nuestras oportunidades. Los presupuestos son más que simples cifras en un excel, en una hoja de cálculo; son la voz de una sociedad que clama por equidad, por oportunidades, por un futuro donde cada rincón, cada barrio, cada pueblo tenga su lugar en la mesa. Eso es lo que de verdad importa.