Síguenos en redes sociales:

El sacacorchos

Jon Mujika

El hilo que todo lo cose

Escuchemos a Naciones Unidas en fechas como la de ayer, Día internacional de la mujer rural. No por nada la mujer ha sido azada semilla y sostén para la supervivencia del campo en una sociedad que adora, como ídolo, a la ciudad. Han sido y son ellas quienes se manchan los pies de barro y han sido y son ellas quienes sujetan un estilo de vida muy ligado a las tradiciones. La ONU, les decía, ha escrito algo así como “conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres rurales –una cuarta parte de la población mundial– no solo es lo correcto, sino que es un ingrediente fundamental en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre y la acción climática. Son ellas las que aseguran la mitad del sustento alimenticio planetario y las que custodian el medio ambiente y la biodiversidad(...)” Toda una lucha por la vida, la ven.

Cada 15 de octubre, celebramos el Día de la Mujer Rural, un día que debería ser más que una fecha en el calendario: una invitación a escuchar las voces que han sido silenciadas, a estrechar las manos que han sido ignoradas tantas veces. La historia no está hecha solo de héroes y conquistas; está tejida con los hilos invisibles de la cotidianidad. Así, la mujer rural es el hilo dorado que sostiene la trama de la vida en el campo. Desde la mujer que cultiva las siembras hasta la que cría animales, cada una es una guardiana del saber ancestral, de la sabiduría que se transmite de gen.

Estas mujeres luchan cada día no solo por sus derechos, sino por el reconocimiento de su trabajo. Trabajan de sol a sol, en el campo y en el hogar, y su contribución a la economía y a la sostenibilidad es monumental. Pero el mundo sigue girando, y las políticas, en su mayoría, no las tienen en cuenta lo suficiente. Escuchémoslas hoy y siempre porque su voz y sus actos así lo reclaman. He ahí un grito de lucha, una llamada a la acción.