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El sacacorchos

Jon Mujika

Asignatura dura de pelar

ES una asignatura dura de pelar, digamos que dibujo en la Escuela de Ingenieros de Bilbao si es que aún se mantiene esa leyenda negra en pie, que hace demasiados años ya que dejé de vivir de cerca el universo académico. O una de las muchas de La Comercial de Deusto. Exige un estudio minucioso, suerte a la hora de la verdad y un punto de corazón por parte de quien decide sobre tu futuro. Les hablo, supongo que lo sabrán, de la búsqueda de alojamiento para cada curso universitario. Los precios se han disparado de tal forma que se habla de numerus clausus para no pocos bolsillos, que no alcanzan a cubrir la exigencias en la materia.

Uno no sabe bien cuál es más vulnerable frente a los cazadores: si la legión universitaria o la manada turística. Desde fuera, parecen las víctimas más frágiles. Una habitación libre se ha puesto a precio del ala oeste del palacio de Buckingham, una habitación de bolsillo, quiero decir. O digna de Lilliput.

Me dirán algunas voces que este trajín desmelenado obedece a una vieja ley, la de la oferta y la demanda, propia de una infinidad de campos de la vida. Es cierto. Pero también lo es que brilla por su ausencia –o al menos por su escasez...– la existencia de pisos adecuados a las necesidades y las disponibilidades de la clase estudiante. Pisos oficiales, quiero decir, que se sumen al parque inmobiliario, donde hay propietarios que dan salida a su vivienda (a veces heredada, otras veces comprada como inversión...) y propietarios que atracan a mano armada. A todos se les mira por igual, lo que resulta algo injusto. 500 euros al mes por una habitación suena, ya lo sé, a disparate. Lo es. Pero es la sociedad la que ha de habilitar una serie de servicios sociales. Que sea el prójimo el que no se lucre, dicen quienes no tienen. Que sea la Administración la que regule las carencias, dicen quienes sí.

Quieren vivir, aseguran, la emoción de la independencia. En su derecho están, por supuesto. Es más, debiera de ser una asignatura obligatoria en la carrera de la vida. Pero no pocos anhelan ese deseo sin plantearse sacrificio alguno. Que me quede cerca de la universidad, que tenga el transporte público a la puerta de casa, que no pierda tiempo en desplazamientos y que todo me salga por nada. Si así fuese (piensen si su trabajo les queda al lado del curro o les quedaban cuando empezaban...) miles se matricularían ahorita mismo.