Se diría que hay ocasiones en que los hombres y mujeres encargados de la gestión se convierte, por un tiempo, en gente dedicada al diseño, el interiorismo y la arquitectura que son pura inspiración. Trabajan para darle un sentido más noble y más justo a las viviendas. Una casa debe ser el estuche de la vida, la máquina de la felicidad, dijo Le Corbusier pero sólo hablaba, o eso creo al menos, del caparazón, de la carcasa. Luego faltará el corazón y la vida que le apliquen los dueños o los inquilinos y hará falta una última capa de barniz: La política municipal le añade ese último elemento.

En ello están ahora. Bilbao ya tiene nuevas ordenanzas fiscales para el año 2025. Trabajan en el entorno del valor catastral de las viviendas y la consideración que se le da a cada zona para cuadrar el equilibrio entre los ingresos y los impuestos. Por supuesto, cuadrar esas cuentas es un imposible. ¿Cómo saber la situación económica de cada cual, viva donde viva? Pero algo había que hacer porque los cálculos de finales del siglo pasado estaban desfasados, eso es seguro.

Más propio del siglo XXI, lo que se dice el último grito, son los pisos turísticos. Su existencia –y no les cuento más, su proliferación...– son un cara y cruz para la ciudad. No solo para Bilbao, sino para cualquier ciudad del mundo que se tercie. El turismo y sus efectos colaterales (pongamos por caso, la gastronomía y la hostelería...) cambian el paisaje interno de los municipios, eso es innegable. Como también lo es que si una persona posee una propiedad privada puede darle el uso que desee, siempre y cuando se mueva en los cauces de la legalidad.

Su proliferación deshace la idea de vecindario como una unidad de convivencia y los mil y un tránsitos hacen que la ciudad pierda carácter. ¿Quieren un ejemplo? Bilbao ha sido, desde tiempos inmemoriales, una ciudad fanfarrona, pongamos por caso. ¿Qué ocurriría si llegase hasta nuestras orillas una colonia, qué sé yo, de la tan correcta ciudadanía de Japón? ¿Se suavizaría ese carácter? Esa sensación da. ¿Es una exageración pensar en tanta influencia? Sospecho en que eso pensaba la ciudadanía de Venecia, los usuarios del puente de Carlos o los vecinos de la torre Eiffel. Pregúntenles ahora. En ello, en el sacrosanto equilibrio, trabajan también en la corte municipal. Ahora bien, que den en el clavo es otra cuestión. Hará falta pericia de herrero.