Se les conoce como los barrios altos pero estaban, están, en el fondo del pozo. La eterna huelga de Bilbobus había dejado a una nutrida parte de la ciudadanía sin su medio de transporte prioritario, al menos sin los servicios mínimos necesarios, habida cuenta que no se han cumplido hasta la fecha (se de lo que les hablo: soy usuario habitual...) en su plenitud. Más allá de quién tiene razón y quién no, una dialéctica en la que resulta muy complicado tomar partido porque las razones están divididas en una y otra orilla, o al menos eso parece, lo que era insólito es que hubiese, incluso para los huelguistas, ciudadanos de primera y de segunda. Insólito porque esa es una de las demandas: que no haya trabajadores de primera y de segunda. Ha sido, permítanme que se lo diga con claridad, una desfachatez.

El Gobierno vasco ha incrementado en un 20% los servicios mínimos de Bilbobus para los barrios de Bilbao sin transporte alternativo al considerar que la duración indeterminada de la convocatoria de huelga “provoca desigualdad en el vecindario” de esas zonas. Van cogiendo tal auge los estragos entre la gente usuaria y la clase trabajadora que al final hará falta un sabio Salomón que busque el punto justo de equilibrio entre el derecho a la huelga, inalienable, y el derecho a la libre circulación, también de primera magnitud. De momento ha ejercido este papel el Gobierno vasco. Veremos con qué celeridad se aplican las nuevas reglas de juego, que esa es otra.

Incluso las personas más benditas, las almas más cándidas, se lo preguntan. ¿Era necesaria establecer esta zona de guerra para con las personas más afectadas, la gente usuaria que, sin pincharlo ni cortarlo, se han visto rodeados por el bombardeo de decisiones tajantes y rotundas? Se ven casos semejantes en poblaciones afectadas por los odios de las guerras. Un horror.