ES un asunto peliagudo de compleja resolución, algo así como la búsqueda de la salida en el laberinto del minotauro. No hay quien encuentre una vía de escape, una solución para los bajos de la estación de La Naja, donde durante años Bilbao estuvo a la espera de la llegada de un gimnasio de última generación. Ahora ya ha llegado el Expreso de la respuesta: el gimnasio es un sueño inviable. De momento, agua en el tiro al plato. Este espacio lleva camino de convertirse en una de esas ruinas romanas que no se puede tocar: un monumento para la contemplación y no para el uso. No es eso lo que en principio se pretendía. O al menos esa impresión dio.

La actual situación de La Naja conlleva una singularidad: la belleza modernista que luce no encuentra quien la quiera. O, para ser más exactos, no da con un uso viable a la par que rentable. Antes de que alguno de ustedes se arranquen a ofrecer soluciones arriesgadas, vanguardistas e incluso, qué sé yo, revolucionarias (pongamos por caso, un centro de salud, masajes y spas con vistas a la ría o un museo del ferrocarril, por ejemplo, aprovechando que el desembarco del pasaje del AVE que ha de llegar desembocará sobre la azotea de este jugoso espacio ...) recuerden que para todo problema el hombre siempre tiene una solución rápida, fácil, clara, plausible y equivocada. Por supuesto, quien esto escribe no tiene el alma de un empresario con imaginación. Solo les recuerdo que ya ha habido gente que ha maquinado sobre las posibles salidas. Y que lo han hecho durante 25 años.

Parece increíble: en una ciudad pujante donde tanto se aprecia el metro cuadrado (recordemos que a Bilbao se le llama el Botxo, entre otras cosas, por sus estrecheces de espacio libre...) no surgiese ingenio capaz de dar con la tecla de la rehabilitación, con la manera de sacarle jugo a ese lugar, con lo bonito que es. Lo de las ruinas romanas era una broma pero temo que...