BILBAO, qué digo Bilbao, Bizkaia entera, se sembrará de pantallas sobre las que se invocará, como a un dios laico, el partido de la final. Solo en Bilbao serán siete las pantallas gigantes que aparecerán como seres mitológicos en tierras como Santutxu (tres), Irala, Rekalde, la Plaza Ugarte (Otxarkoaga) y la Plaza Nueva. Ya ven, no hay rincón que se escape. A ello hay que sumar la infinidad de txokos, locales de hostelería y hogares en los que las diez de la noche será una hora sagrada. En realidad lo será el día entero –la ciudad está engalanada y los planes comienzan, casi, en el desayuno...– y será complicado el regate y esquivarlo para quienes lo rehuyen.

Sonará en las calles la canción que ha compuesto, a machamartillo, Ibai Rosón, un aficionado entre miles. Se han reservado mesas hasta la extenuación y no queda sin vender un centímetro de tela en roja y blanca. La alta cultura (el Guggenheim, pongamos por caso...) se ha mezclado con el opio del pueblo y luce la camiseta psicodélica que le propuso Dario Urzay. En las alturas aguarda la Amatxu de Begoña, convencida de que por fin le volverán a llevar una copa para bendecirla y la gente, ajena a las supersticiones, se inmortaliza junto a la gabarra. Esta mítica embarcación, recuerden, está a un paso de su jubilación. No en vano, fue construida en 1960 en los Astilleros Celaya por encargo de la Autoridad Portuaria de Bilbao bajo el nombre de Gabarra Nº 1. Sin embargo, su historia junto al Athetic comenzaría más de 20 años después, en 1983. Tiene hoy, por tanto, 64 años, una edad respetable, que se decía antaño. Ya sé que no conviene vender la piel del oso pero visto el ímpetu y el empuje no hay manera de permanecer sereno. A las orillas de la ría os requiero, compañeros athleticzales del alma, compañeros. Que tenemos que hablar de muchas cosas a la espera de que pase la vieja Dama.