DE ese cine que tanto oscila entre la fantasía más aterradora y la cruel realidad que trata de imitarla rescato una vieja película de Narciso Ibáñez Serrador titulada ¿Quién puede matar a un niño? en la llegada de un matrimonio y sus dos hijos a una isla en la que solo parecen habitar niños. No se ve un adulto por ningún lado. La pareja va situándose. En el hotel, finalmente encuentran a un habitante adulto del pueblo: un pescador que se encuentra en estado de shock y les cuenta que, unos días antes, todos los niños han contraído una especie de locura colectiva y se han dedicado a asesinar a todos los adultos del pueblo, mientras estos fueron incapaces de hacer nada, ya que como bien dice el pescador: “¿quién puede matar a un niño?”

Hoy, cuando lancea nuestros corazones la terrible noticia de Castro Urdiales, ese horror en la costa que nos ha dejado sin habla, uno se ha acordado de la locura colectiva de la que hablaba la película. Los dos niños de 13 y 15 años detenidos de madrugada por matar a su madre en la localidad cántabra de Castro Urdiales con una cuchillada en el cuello llamaron a su abuela materna para decirle que los habían secuestrado, aunque posteriormente terminaron confesándole el crimen y dónde habían escondido el cadáver. A falta de mayores conocimientos, la pregunta que surge es la que se plantea el psicólogo entrevistado a mi lado: ¿Por qué mata un niño? No alcanza uno a comprender. Hablan de que, tratándose de dos menores adoptados, faltan datos, que tal vez tengan antecedentes familares con problemas de salud mental, que si la herencia genética, que si tal vez sufriesen malos tratos en su primera infancia, etc. No es fácil dar con las causas si se confirma que sí, que fueron ellos, Los niños, esos pequeños que te miran a los ojos y comienzan a sonreír... ¡Qué miedo!