SU sangre se enardece igual que una jauría olfateando la presa; una jauría humana en este caso, dicho sea con permiso de Arthur Penn, el director que rodó una película de ese mismo título en la que intervenían Marlon Brando, Robert Redford, Jane Fonda y Angie Dickinson, un cartel de película, ya ven. Lo que quiere decirse es que, mirado el lado más salvaje del ser humano, es capaz de congregarse en manada, como si fuera una pieza, para una cacería. Algo así ocurre en la película como una crítica la sociedad y algo así ha ocurrido en el caso que hoy nos ocupa: un grupo que se lanza a la yugular para obtener un botín. O un cadáver si no se tercia lo primero.

En los tribunales desde los que nos imparten la ley desde donde se reparte la justicia se sientan ahora una de esas barbaries humanas. Está reflejado que cuando Alexandru Ionito, la víctima, ya estaba en el suelo, inconsciente tras la brutal paliza a la que le sometieron, aprovecharon para robarle y más tarde subieron el vídeo de la agresión a las redes sociales con el mensaje “no me culpen, andaba pedo”. Alex pudo sobrevivir al intento de asesinato pero ha quedado en estado vegetativo. Las criaturas están en juicio. Hacen llamarse los Hermanos Koala. Puestos a elegir un animal que les identifique como nombre sería más eficaz malas bestias.

Las voces más misericordes aseguran que está juventud está descolocada en la sociedad, que no encuentran su sitio ni su camino. Y un huevo de pato, que se decía hace unos años. Es gente que vive en los hongos de la violencia, gente que parece inyectada de odio, enfebrecidos, enloquecidos, tratando de imponer su “por mis cojones”, que no su ley ni su razón. Salen de cacería, ya digo. Igual que una manada de lobos. No es fácil frenarles, dicen. Lo que no es sencillo es comprenderles ni defenderles.