Querida gente del mañana, confío en que sobrevivan de la mejor manera posible y que les sea habitable el futuro que les dejamos al irnos, una realidad más tangible que la que aparece en las novelas de ciencia ficción donde el relato siempre lleva unas gotas del perfume de la incertidumbre. No sé en qué estado estarán leyendo estas palabras. Ni siquiera sé si las leerán. Supongo que no porque les escribe un hombre del pasado y eso, supongo, ya no tendrá interés.

Habitantes del futuro, ahí les hemos dejado un porvenir que habrán de tejer de la mejor manera posible. Sí les puedo aventurar cómo fue hasta entonces, hasta el día en que me senté a escribirles. Las transformaciones del vestuario del ser humano, producidas a través de los siglos, han dependido siempre del progreso de la civilización, así como de las diferentes culturas y mentalidad de cada pueblo. Hay tres hipótesis sobre la causa que llevó al hombre a vestirse: la necesidad repararse, el sentido del pudor, el deseo de adornarse. Entre las tres se piensa que la más acertada sea el deseo de adornarse, ya que no existía el pudor entre los primitivos y más bien se convirtió en el efecto del vestido, mientras que, con respecto a la necesidad de cubrirse, hay que recordar que había comunidades en estado salvaje, que vivían en zonas glaciales, casi desnuda.

Me atreví a ponerles estas letras porque hoy tenemos un observatorio en un espacio llamado BBK Kuna. Las preguntas que ese día nos lanzamos tal vez les parezcan ahora una broma pero el día en que les escribí eran pertinentes. ¿Desaparecerá la diferenciación del vestuario por género en el futuro? ¿Dejaremos de tirar la ropa a la basura? ¿Dejaremos de consumir fast fashion? No sabemos cómo estarán cubiertos ni si lo estarán. Lo que sí desearíamos es que estén y nos agradezcan el legado.